Sobre el ajo

Para pelar el ajo con facilidad, cortamos longitudinalmente abriendo a la mitad tronco y simiente y tiramos con el cuchillo para desprender la piel. Tambien podemos colocar la hoja de un cuchillo cebollero sobre el ajo y damos un golpe con la palma de la mano, aplastándolo.

Si tiene simiente -la parte del centro, amarilla primero, verdosa más tarde- hostil para el estómago, significa que estamos comprando ajos viejos, más baratos pero de los que desperdiciamos la mitad. Debemos eliminar también el tronco, la parte de la corteza donde crece la simiente que es leñosa.

Para lavarnos y eliminar el olor de las manos sólo tenemos que abrir el grifo y dejar correr el agua fría, si nos frotamos y enjabonamos será más difícil de eliminar, igual que con el cuchillo.

A la hora de cocinar podemos utilizarlo cortando las cabezas a la mitad o machacándolas con piel, de esta forma dará menos sabor al guiso pero aportará más delicadeza.

El ajo se utilizó tradicionalmente en cocina como conservante, empleándose los adobos a base de ajo machacado en mortero para mantener más tiempo las cualidades del producto, debido a sus propiedades antisépticas. Otra de sus aplicaciones tradicionales es la eliminación de callos y verrugas, manteniendo un trozo de ajo diez minutos (cubierto con plástico para que ablande la piel y abra los poros) y repitiéndolo varios días, termina quemándolos.

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