Las conservas. Veinticinco años después.



Al iniciar este blog decíamos que  aún dividimos el año en periodos académicos, tal vez porque todavía no hemos perdido la curiosidad y las ganas de aprender, y este otoño nos trajo, con el comienzo del curso, un nuevo proyecto culinario.

Los que nos conocen saben que ya hace más de veinte años realizamos nuestra primera conserva –unas anchoas que surgieron casi por casualidad, después de muchos ensayos y  errores, pero esa es otra historia-  y que siguieron el bonito, el caviar de oricios y a medida que evolucionaba nuestra cocina, casi todas las preparaciones, guisos, escabeches, confitados, pasaban por ese proceso para respaldar la carta del restaurante, acompañándose de compotas, confituras, chutneys y otras guarniciones, envasadas para evolucionar dentro del tarro con matices difíciles de alcanzar por otros procedimientos.  
             
La última incorporación fue la fabada, esa que este verano nos trajo comensales de toda la península. 

Ahora que la crisis de la hostelería nos pone contra las cuerdas nos embarcamos en esta nueva aventura, gracias al apoyo y la confianza de profesionales que confiaron en nosotros para dar futuro a esa experiencia.

El proyecto aún está en pañales, pero mientras gatea hasta ponerse en pie ofrece sus primeros frutos –producciones muy limitadas y totalmente artesanales como estas peras al vino de la foto- que ya podéis encontrar en las tiendas Del Llar de Gijón mientras maduran y reposan algunas especialidades para Navidad.

Ahora que ya está en marcha habrá tiempo para dedicarle de nuevo a este maltratado blog, gracias a todos por vuestra paciencia.